20.000 especies de abejas

La heroicidad de equivocarse

por David Castiella

20.000 especies de abejas | Estibaliz Urresola

España, 2023 | 129 minutos

Guion: Estibaliz Urresola

Elenco princpal: Sofía Otero, Patricia López Arnaiz, Ane Gabaraín, Itziar Lazkano.

Gariza Films, Inicia Films, ETB, ICAA, Movistar Plus+, RTVE


​Hoy en día vivimos en un mundo donde ninguna forma de expresión que se salga de lo acordado como “políticamente correcto” puede sobrevivir indemne, seguramente porque secciones de nuestra sociedad se han dedicado a cavar la tumba a todo aquello que se salga de lo normativo. Sin embargo, esta coraza que hemos puesto al progresismo para protegernos de ataques de los conservadores nos ha devuelto una hostia bien dada cuando hemos coartado los propios intentos de generar debates y preguntas que, quizás, están mal formuladas por simple desconocimiento.

​Hay un cine en particular que ha surgido en estos últimos años que ha metido un caballo de Troya dentro del progreso social, dinamitando precisamente este miedo a expresarse y a equivocarse. Carla Simó reformuló la familia en, seguramente, la película española más delicada de este siglo con ‘Estiu 1993’ (2017); Pilar Palomero trató la maternidad como un terreno explosivo en ‘La Maternal’ (2022); Clara Roquet contrapuso las clases sociales en ‘Libertad’ (2021) y Alauda Ruiz de Azúa representó en ‘Cinco Lobitos’ (2022) la familia española con todas sus virtudes y defectos.

​Hasta que en 2023 hemos llegado a ‘20.000 especies de abejas’ de Estibaliz Urresola, directora vasca que ha decidido que lo más sencillo en su primer largometraje era tratar el tema de la transexualidad en un niño de ocho años. ​Una nueva generación de mujeres que parten de unas características comunes para divergir en sus formas de ver la vida y la sociedad.


¿Cuáles son esas particularidades que comparten?

​En primer lugar, repartos de actores y actrices no profesionales, una profunda y compleja revisión de la infancia y adolescencia, tratamiento de temas sociales cubiertos de intrahistorias familiares, libertad absoluta a la hora de abordar sus historias con una cámara poco intrusiva que se desliza por los lugares y renuncia al melodrama más forzado abrazando la sensibilidad, la ternura y la comprensibilidad, sin juicios morales.

​​Todas estas características las cumple la película de Urresola que, como todas las mencionadas anteriormente, en su forma de divergir encuentran la riqueza. Para que el film funcione su directora puebla la historia de un universo de personajes riquísimos en detalle y problemáticas, cuyas relaciones marcan el devenir de la historia. Como ya hizo en su día Sciamma  en ‘Tomboy’ (2011), una niña pequeña llega a un pueblo pero se presenta ante sus habitantes como niño (en la cinta de Urresola ocurre al revés) y esto desencadena los hechos.

Imagen procedente de Filmaffinity

​​Por un lado, los niños que comprenden la vida como un terreno de juego y exploración no ven extraño que se presente con el género contrario, pero, por otro lado, están los adultos, quiénes ven temblar su mundo cuando creen que, fruto de demasiados mimos, el niño toma la libertad de ser algo que no es. Perdonad si mis palabras son erróneas para describir la situación, pero, como la película, estamos para equivocarnos, escuchar y, así, reconstruirnos. A raíz de este panorama, lo que se explora es la capacidad de cambio: de una madre que comprenda que el miedo solo se soluciona con amor, de una abuela cristiana y practicante que debe aceptar una nueva realidad, un pueblo que cotillea y ríe hasta que se abre la tragedia… Todo ello sin buscar villanos, simplemente dejando que las interacciones marquen los puntos de revelación.

​Pero no todo es conflicto en esta película, ahí está la maravilla. Urresola llena la película de momentos protagonizados por niños que son oro puro; con su libertad propia para explorar un mundo donde sustituyen la realidad por una imaginación mucho más rica, libre y adaptable, que lucha contra los prejuicios que ganamos a medida que crecemos. La directora es, en estos momentos, donde nos arrebata los prejuicios con la sutileza de sus planos. Destaco uno, mi favorito: la protagonista y otra niña cambiándose en el río cuando el encuadre nos las muestra de espaldas, solo dos personas pequeñas, viviendo, sin identificar quién es quién salvo por un detalle, la ropa, haciéndonos comprender como siempre hemos sido así. Hemos creado esas etiquetas que ahora no podemos evitar que se usen para definirnos, le hemos dado alas a aquello que nos hiere, pero, claro, tampoco somos responsables de que nos hagan daño sin razón.

Imagen procedente de Filmaffinity

​Igualmente, es interesante la visión del mundo adulto como un lugar mucho más prejuicioso e incomprensible, lleno de rencores y personas dolidas que proyectan sus emociones catapultándolas a sus seres queridos. Personajes como la madre que abraza a sus hijos con todas sus peculiaridades, pero que verles sufrir la hace tomar decisiones desacertadas haciendo creer a su hijo que solo es un niño confundido.

​Tiene otros momentos algo más forzados y menos gráciles, como, por ejemplo, la escena final cuando la protagonista se pierde y la buscan sin éxito hasta que la llaman por su nombre femenino, el cual lleva todo el metraje reclamando entre lloros. Sinceramente, prefiero mucho más cuando se muestra con imágenes el mensaje, a cuando se verbaliza aquello que parece obvio, pero, claro, eso me pasa con todas las películas.

​Con todas sus imperfecciones, ‘20.000 especies de abejas’ es un pulmón que respira libertad en cada esquina de sus planos, esa que no existe en el mundo real y por la que todavía se lucha. Además, tramite esa inocencia del niño o niña que pregunta sin saber las connotaciones de sus dudas, desconociendo las reglas del mundo exterior, pero siendo perfectamente consciente de lo que producen en aquellos que las escuchan. Un milagro es hacer cine sabiendo que aquello que narras es personal, inexacto, imperfecto e irracional; y, aun así, salir a cara descubierta a contar una historia, porque el mundo se mueve con ellas.

★★★½


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